REFLEXIÓN SOBRE EL DÍA DE LA
MUJER
IE SAN MARCOS, 10 DE MARZO
DE 2020
Por: Doris Yaneth Florián Florián
Coordinadora Convivencia
No quiero
iniciar mi intervención sin antes hacer llegar un efusivo saludo a todas,
absolutamente todas las mujeres presentes hoy en este lugar, y con cada una de
ustedes hacerlo extensivo a las que se encuentran en sus hogares o en sus
sitios de trabajo, decirles que hoy es un día muy importante en el que se rinde
homenaje a la mujer luchadora; y sea el momento oportuno para aclarar que el
día de la mujer no se celebra, no se
festeja, el día de la mujer se conmemora.
El 8 de marzo
tiene su origen en la lucha de las mujeres por el reconocimiento de sus
derechos, y viene de un hecho profundamente lamentable en la que más de un
centenar de mujeres costureras murieron calcinadas en una fábrica textil de
Estados Unidos, a la que el mismo dueño prendió fuego como respuesta a la
exigencia de mejores condiciones laborales, pues trabajaban cerca de 16 horas
diarias por una paga mínima, y él
prefirió incinerarlas antes que atender sus demandas, es por esta razón que el
día de la mujer no se celebra, sino que se evoca.
Pero hoy, más
que hacer una reseña histórica en torno a este día, quisiera hacer una pequeña
reflexión basada en una pregunta ¿Qué significa hoy el Día de la Mujer?
Nuestra cultura
neoliberal trabaja como un alquimista que quiere transformar en oro todo lo que
toca a través del mercado, haciendo de cada fecha una oportunidad para recoger
dinero y, lastimosamente, el día de la mujer no es la excepción; por ello vemos
derroche de rosas, de chocolates, de tarjetas, detalles con los que se
desvirtúan los orígenes de este día, cuyo objetivo fundamental era conseguir la
dignidad de la mujer, por entonces negada en varios frentes como el sufragio
universal, derecho al trabajo asalariado, a la formación profesional, igualdad
en la oportunidad de cargos políticos y empresariales, entre otros.
El Día
Internacional de la Mujer es una buena ocasión para reflexionar sobre lo
construido, pero especialmente sobre lo que aún nos queda pendiente en materia
de derechos e igualdad de género, en todo lo que nos impide a las mujeres
progresar y alcanzar nuestro pleno potencial.
Es importante
reconocer que se ha recorrido un importante camino desde aquellos movimientos
sociales del siglo XX, pero aún falta mucho trabajo y energía. Los
feminicidios, los abusos sexuales y todo tipo de violencia contra las mujeres golpean
nuestra conciencia con irritante frecuencia y ocupan los primeros renglones de
las noticias regionales, nacionales y mundiales.
Esta situación muestra
claramente que son insuficientes los esfuerzos que en este sentido hacen los
gobiernos, las instituciones públicas y privadas, los dirigentes, los educadores
y asociaciones; que no bastan las leyes, que no es suficiente que existan
normas dirigidas a prevenir la violencia contra la mujer; es un problema que a
todos nos afecta y debemos ponerle fin, asumiendo, como un primer camino, la
plena conciencia de esta lacra social que vulnera los más
elementales cimientos de los derechos humanos, y en segundo lugar, trabajando
por una cultura que destierre esa visión machista y patriarcal de la sociedad y
promueva la equidad y la igualdad, y es aquí donde la educación tiene una
responsabilidad fundamental con las mujeres. Nosotros como educadores tenemos
la enorme responsabilidad de constituirnos en agentes de cambio, generando,
desde las aulas, una cultura igualitaria y de respeto en términos de derechos, y
debo dejar constancia que hombres y mujeres, como personas que somos, estamos
en la obligación de contribuir con hechos, más que con palabras a propiciar y
difundir, hoy más que nunca, la igualdad de la mujer.
Es necesario y
urgente un cambio de mentalidad que destierre para siempre este hábito de
superioridad y dominio de unas personas sobre otras, que significa una flagrante
ofensa a la dignidad del ser humano. Y hablamos del ser humano en general
porque el valor de la mujer, su dignidad, radica simplemente en el hecho de ser
miembro de la especie humana.
Queridas
compañeras mujeres, disfrutemos, entonces, de este ágape que con mucho cariño
nos ofrecen en este día, sin olvidar su esencia, sin dar tregua en la lucha por
nuestros derechos, aquí y ahora; en los diferentes escenarios que la vida nos
ofrece, nos corresponde continuar con esa tarea que, con mucha prudencia, pero
a la vez también con entereza, iniciaron las mujeres del siglo pasado, buscando
respuestas al porqué de la discriminación e intentando revertir siglos de una cultura
machista.
Dios nos bendiga
¡Feliz Día!