LA VIOLENCIA DE GÉNERO: UNA REALIDAD QUE A TODOS NOS TOCA
Por: Doris Yaneth Florián Florián
Coordinadora I. E. “San Marcos”
La violencia de género, como
una clara manifestación de la desigualdad y subordinación, así como de las relaciones
de poder de los hombres sobre las mujeres, hasta hace unas décadas, constituía un
fenómeno invisible del que casi nadie hablaba y por consiguiente no revestía
ninguna importancia; hoy, por el contrario, se habla mucho al respecto, tanto
que ha pasado de ser una cuestión privada a un asunto público, considerado como
uno de los problemas de mayor relevancia
en la actualidad.
Como puede inferirse, la
violencia contra la mujer no es un fenómeno nuevo, lo que se considera
relativamente nuevo es su reconocimiento como problema social, toda vez que
impide el desarrollo y progreso de un sector de la comunidad como es la
población femenina, y que por tanto es responsabilidad del estado encontrarle
solución a través de las acciones del gobierno.
Es evidente que la sociedad
ha tomado conciencia de dicho conflicto y que tanto gobierno como población
están actuando a favor de su erradicación; no obstante los esfuerzos realizados
hasta ahora, no se pueden calificar como
nulos, pero sí como insuficientes, ya que infortunadamente los actos de
violencia contra la mujer, no solamente continúan sino que son más crueles y
despiadados, y son muchas las mujeres que mueren a diario víctima de este flagelo que nos toca
a todos, por cuanto no pregunta por edad, raza, religión o nivel sociocultural.
No se pueden desconocer los
avances que se han tenido en relación con la problemática, pero
incuestionablemente falta mucho para lograr una verdadera igualdad laboral,
social y cultural, y acabar definitivamente con el maltrato del que viene
siendo víctima la mujer desde épocas inmemorables. Y no cabe duda que la
principal herramienta para erradicar este fenómeno lo constituye una educación,
como dijera nuestro nobel de literatura - “Desde la cuna hasta la tumba” –
basada en la tolerancia, la igualdad y el respeto; desprovista de roles
discriminatorios y estereotipos de género o sexistas que se cultivan desde la
niñez, convirtiéndose en la principal causa de una cultura misógina, la misma
que hasta hoy ha atentado contra la dignidad y los derechos de la mujer.
Dicha educación debe comenzar, como es natural, desde el hogar, donde los padres de familia deberán inculcar con su ejemplo, así como con los roles asignados a sus hijos, el respeto hacia la equidad de género, y continuar de manera enfática en las Instituciones Educativas, para que se refleje luego en la sociedad, quien a su vez tiene la gran responsabilidad de rechazar y denunciar todo tipo de actos machistas que violen los derechos de la mujer y le impidan su desarrollo y progreso dentro de un marco de dignidad y respeto.