UNA MIRADA REFLEXIVA EN
TORNO A LA EVALUACIÓN ESCOLAR
POR: Mag. Doris Yaneth Florián Florián
Coordinadora de Convivencia
La evaluación
escolar como práctica inherente a los procesos educativos implica una reflexión
profunda sobre su verdadero propósito, así como sobre los niveles de
participación que han de tener los que en ella intervienen.
Se trata de
reconocer la evaluación como una práctica pedagógica y democrática orientada a
promover el pensamiento crítico, la reflexión individual y colectiva, mediante
procesos de participación activa, cuyo principal propósito ha de ser generar
cambios y transformaciones encaminadas al mejoramiento donde, luego de un
proceso evaluativo, al estudiante le han de quedar claros, tanto sus aciertos
como sus falencias, siendo estas últimas objeto de superación por parte del
estudiante, con la respectiva retroalimentación de su docente.
Al pensar en la
evaluación como una práctica pedagógica, se posibilita la participación, no
sólo de los estudiantes sino también de la familia, quien ha de estar
involucrada en los procesos de formación de sus hijos. Implica, además,
escuchar opiniones, concertar soluciones y estrategias de mejoramiento, donde
el estudiante y el padre de familia puedan aclarar sin temor sus dudas,
realizar preguntas y, por qué no, proponer alternativas de solución.
Es importante
dejar de lado el pensamiento que se tiene sobre la evaluación como un acto
represivo que controla y encasilla el pensamiento del estudiante, cuyo único
propósito es sacar una nota, y cuyos resultados son catastróficos: más del 50%
de reprobación por grado, y en ocasiones, hasta el 90%. Un alto porcentaje de
estudiantes reprueban, y en la mayoría de los casos no se indaga dónde están
sus dificultades, como tampoco se buscan las estrategias para remediarlas.
Usualmente, lo que se hace es informarles que van muy mal y que reprobaron la
asignatura.
Al final de un
período académico muchos estudiantes y sus familias reciben la noticia de que
van muy mal en varias asignaturas, que si no estudian tendrán que repetir el
grado, y en el peor de los casos, que lo mejor es “hacer las cuentas y retirarlo del colegio”, pero no siempre se
puede identificar qué pasa con esos estudiantes, qué dificultades tienen, en
qué son buenos, dónde están sus fortalezas.
Se trata,
entonces, de minimizar aquellos mecanismos evaluativos que estandarizan el
conocimiento y clasifican masivamente a los estudiantes dentro de parámetros de
evaluación igualitarios, desconociendo sus diferencias, sus limitaciones, sus
formas y ritmos de aprendizaje.
Por lo anterior,
es importante incluir en los procesos evaluativos, instrumentos de valoración
que posibiliten la evaluación de los estudiantes según sus particularidades
cognitivas, socio afectivas y actitudinales, considerando especialmente los
casos de aquellos estudiantes que, dadas sus mismas dificultades, no logran dar
cuenta de ellas, como para poder plantearse propósitos y estrategias de
mejoramiento.
Al respecto de
la evaluación el profesor Francisco Cajiao Restrepo, afirma: “En primer lugar es fundamental que los
maestros tengan claro qué esperan que aprendan los alumnos. Esto le facilitará
la preparación de sus sesiones de clase, pues podrá centrar la atención en lo
importante, y podrá elegir los materiales y actividades más apropiados para que
ellos se acerquen a adquirir la información, el método y las habilidades
necesarias para el fin propuesto. La evaluación, entonces, tendrá que
orientarse a verificar esos objetivos que se estaban buscando.
Estas dos recomendaciones que parecen simples, en
realidad no siempre se cumplen, pues en muchas ocasiones las evaluaciones no
corresponden a lo que se enseñó, ni son claras en su intención de verificar los
aprendizajes centrales que se perseguían”
De otro lado y
en torno a la misión de las instituciones educativas, este mismo pedagogo
manifiesta que: “La tarea de las
instituciones educativas es proveer todos los apoyos necesarios para que cada
estudiante pueda ir lo más lejos que sea posible, de acuerdo con sus
capacidades, en su formación como un ser humano capaz de llevar una vida
autónoma y productiva”.
Así las cosas,
es muy importante y necesario, además, replantear las estrategias evaluativas,
no se trata de “regalarle la nota al
estudiante, de pasarlo”, es cuestión de analizar qué estrategia resulta más
eficaz a la hora de “medir” el nivel de conocimiento adquirido por el
estudiante. El principal objetivo del
docente ha de ser que el alumno aprenda, que la temática objeto de estudio le
haya quedado clara, para ello es importante saberle llegar al estudiante de la
manera más acertada posible, sin olvidar la frase del escritor estadounidense Ralph Emerson “El hombre que hace que las cosas difíciles parezcan fáciles, es el
verdadero educador”.
De otro lado, es
importante recordar que en el proceso evaluativo se tienen en cuenta tres
aspectos fundamentales, que no deben confundirse por cuanto sus criterios está
claramente definidos, tales aspectos son: COGNITIVO,
PROCEDIMENTAL Y ACTITUDINAL.
COGNITIVO: “SABER”.
Corresponden al área del saber, es decir, los hechos, fenómenos y conceptos que
los estudiantes pueden “aprender”. Dichos contenidos pueden transformarse en
aprendizaje si se parte de los conocimientos previos que el estudiante posee,
que a su vez se interrelacionan con los otros tipos de contenidos.
PROCEDIMENTAL: “SABER HACER”. Los contenidos procedimentales se refieren al saber hacer. La
evaluación de los contenidos procedimentales consiste en verificar el dominio
de la habilidad en la práctica. Se evalúa a través de la observación sistemática
en actividades hechas en clase.
ACTITUDINAL: “SABER SER”. La evaluación de los contenidos actitudinales está compuesta por
elementos conductuales y afectivos. Por lo tanto, su evaluación es compleja, la
valoración del profesor NO PUEDE SER SUBJETIVA. Se recomienda para realizar la
evaluación de este tipo de contenidos:
Ø Observar el comportamiento de los alumnos en forma sistemática.
Ø Observar el comportamiento de los alumnos en diferentes situaciones
grupales.
Ø Cabe resaltar que hay que aprovechar las situaciones difíciles y los
momentos de conflicto para evaluar las actitudes.
Se recomienda atender a estos criterios para que el
proceso evaluativo deje de ser un aspecto TRAUMÁTICO que persigue sólo una
NOTA, y se convierta en la herramienta que nos permite implementar procesos de
mejoramiento.